CARTA DEL PAPA FRANCISCO A LA CONGREGACIÓN DE LA MISIÓN CON OCASIÓN DEL 400 ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN POR SAN VICENTE DE PAUL.

Al Reverendo Tomaz Mavric,

Superior General de la Congregación de la Misión

Mientras la Congregación de la Misión se prepara para conmemorar el
cuarto centenario de su fundación, ofrezco mis afectuosos deseos a usted,
a los sacerdotes y hermanos de la Congregación, y a todos los miembros
de la gran familia vicenciana. Rezo para que este significativo aniversario
sea una ocasión de gran alegría y renovada fidelidad, conforme a la visión
del discípulo misionero, fundamentado en la imitación del amor
preferencial de Cristo por los pobres.
Los comienzos de su Congregación se encuentran en la profunda
experiencia personal de san Vicente de Paúl del «fuego de amor» que ardía
en el corazón del Hijo de Dios encarnado, y lo llevó a identificarse con los
pobres y los marginados (Conferencia 207 sobre la caridad, 30 de mayo de
1659). Afligido por la falta de atención pastoral en el campo francés,
decidió a principios de 1617 organizar misiones destinadas a proporcionar
instrucción catequética básica y a fomentar el regreso a los sacramentos.
Fue un sueño que él concretó unos ocho años más tarde, con la fundación
de la Congregación de la Misión el 17 de abril de 1625. En los primeros
siete años de su existencia, los sacerdotes y hermanos de la Congregación
llevaron a cabo 140 misiones. Entre 1632 y 1660, la casa madre en París
fue responsable de otras 550 misiones. Desde 1635, a medida que
comenzaron a establecerse comunidades fuera de París, se lanzaron
cientos de misiones más. Esta notable expansión da testimonio de la
fecundidad espiritual y misionera del celo sacerdotal de San Vicente y de
su sed de convertir corazones y mentes a Cristo.
En su acercamiento a los pobres, Vicente comprendió rápidamente que las
obras de caridad debían estar bien organizadas a nivel local. Las mujeres
fueron las primeras en asumir este desafío. En 1617, en la parroquia de
Châtillon, estableció la primera de las “Confraternidades de la Caridad”,
que continúan hoy como la Asociación Internacional de Caridades o las
Damas de la Caridad. En 1633, él y santa Luisa de Marillac cofundaron un
tipo revolucionario de comunidad femenina, las “Hijas de la Caridad”.
Hasta ese momento, las comunidades de religiosas estaban obligadas a

vivir en clausura. Las Hijas de la Caridad fueron enviadas a las calles de
París para servir a los enfermos y a los pobres. Esta innovación dio lugar a
una rica cosecha en una verdadera explosión de congregaciones religiosas
femeninas dedicadas a obras apostólicas en siglos posteriores.
A partir de 1628, en respuesta a un llamado del obispo de Beauvais, la
Congregación de la Misión también comenzó a asistir en la formación del
clero. Este trabajo, tan necesario para la reforma y renovación de la Iglesia
en la Francia del siglo XVII, creció y floreció. Al momento de su muerte, se
habían fundado veinte seminarios y 12.000 jóvenes habían participado en
los retiros de preparación para la ordenación sacerdotal. San Vicente
estaba convencido de la importancia de este “elevado, sublime ministerio”,
que se convirtió en un sello distintivo de la Congregación (Conferencia
sobre el propósito de la Congregación, 6 de diciembre de 1658). En las
Reglas Comunes, afirma claramente que, por su propia naturaleza, este
trabajo es “casi igual” al de predicar misiones (Reglas Comunes, XI, 12).
En este aniversario, es apropiado reflexionar sobre el legado de
espiritualidad, celo apostólico y cuidado pastoral que san Vicente de Paúl
legó a la Iglesia universal. La lista de aquellos que absorbieron la
espiritualidad vicenciana y la vivieron heroicamente a lo largo de los años
es larga y abarca todos los continentes. Algunos nombres bastarán: san
Juan Gabriel Perboyre, san Francisco Regis Clet, san Justino de Jacobis,
santa Luisa de Marillac, santa Juana Antida Thouret, santa Catalina
Labouré, santa Isabel Ana Seton, el beato Federico Ozanam y muchos
otros, incluyendo al más reciente Ján Havlík, beatificado el 31 de agosto
de 2024 en Eslovaquia.
Hoy también, siguiendo los pasos de san Vicente, su familia continúa
iniciando obras de caridad, comenzando nuevas misiones y ayudando en
la formación del clero y de los laicos. Más de 100 ramas de sacerdotes,
hermanos, hermanas, mujeres y hombres laicos constituyen ahora la
familia vicenciana. La Sociedad de San Vicente de Paúl, fundada en 1833
por el Beato Federico Ozanam, se ha convertido en una fuerza destacada al
servicio de los pobres, con cientos de miles de miembros en todo el mundo.
La Congregación de la Misión está experimentando actualmente nuevos
signos de crecimiento. Sus provincias más jóvenes, especialmente en Asia
y África, donde las vocaciones están floreciendo, han respondido al
llamado para comenzar misiones en otros países. La Congregación
también sigue emprendiendo nuevas obras creativas entre los necesitados.
Pienso, por ejemplo, en la “Alianza Famvin con las personas sin hogar”,
una iniciativa internacional para proporcionar viviendas asequibles a las
personas sin hogar, inspirada en el ejemplo de Vicente de Paúl, quien
comenzó su trabajo con los sin techo en 1643 construyendo trece casas en
París para los pobres. Esta iniciativa pretende comenzar simbólicamente

construyendo, en todos los países donde sirven los vicencianos, trece
casas para los sin techo, y ya ha superado su objetivo inicial de albergar a
10.000 personas.
Cuatro siglos después del establecimiento de la Congregación de la Misión,
no cabe duda de que el carisma de san Vicente de Paúl sigue
enriqueciendo a la Iglesia a través de los variados apostolados y buenas
obras de toda la familia vicenciana. Es mi esperanza que las celebraciones
de este centenario resalten la importancia del espíritu de san Vicente, que
es el del servicio a Cristo en los pobres, para la renovación de la Iglesia de
nuestro tiempo en el discipulado misionero y la cercanía a los necesitados
y abandonados en las muchas periferias de nuestro mundo y en los
márgenes de una cultura superficial y de descarte. Estoy convencido de
que el ejemplo de san Vicente puede inspirar especialmente a los jóvenes,
quienes, en su entusiasmo, generosidad y preocupación por construir un
mundo mejor, están llamados a ser testigos audaces y valientes del
Evangelio entre sus contemporáneos y dondequiera que se encuentren
(Exhortación Apostólica Postsinodal Christus Vivit [25 de marzo de 2019],
178).
Con gran afecto, aseguro a los sacerdotes y hermanos de la Congregación
de la Misión mi particular cercanía en oración durante el próximo año de
aniversario. Rezo para que, inspirados por la visión de su Fundador,
continúen moldeando sus vidas y su trabajo de acuerdo con la exhortación
a la humildad y al celo en el apostolado que él dirigió a los primeros
miembros de la Congregación: «Vayamos y ocupémonos con un amor
nuevo en el servicio de los pobres, y busquemos incluso a los más pobres y
abandonados; reconozcamos delante de Dios que son ellos nuestros
señores y nuestros amos, y que somos indignos de rendirles nuestros
pequeños servicios.» (Conferencia 164 sobre el amor a los pobres, enero de
1657).
Encomendando a todos los miembros de la familia vicenciana a la
intercesión maternal de María, Madre de la Iglesia, les envío mi bendición
como prenda de alegría y paz duraderas en el Señor. Y les pido, por favor,
que también me recuerden en sus oraciones.

Papa Francisco

Roma, San Juan de Letrán, 11 de diciembre de 2024.

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